sábado, 21 de marzo de 2009

POR UNA VIDA MÁS FRUGAL

La filosofía del 'decrecimiento' reivindica que debemos trabajar menos para vivir mejor. Propone una crítica constructiva y pluridisciplinar que ponga en cuestión la búsqueda obsesiva del "cada vez más" - NICOLAS RIDOUX 21/03/2009

En el origen de la grave crisis actual hay una nueva manifestación de la desmesura, de la búsqueda infinita de omnipotencia. Las empresas y entidades financieras han estado persiguiendo obtener unos beneficios en crecimiento perpetuo. En esta búsqueda incesante del "cada vez más", los mercados existentes no bastaban, y hubo que crear mercados incluso donde no existían. Las consecuencias de todo ello en la economía real serán por desgracia de amplio alcance, y afectarán especialmente a los más débiles. Como consecuencia de esta crisis, la mayoría de nuestros dirigentes, antes neoliberales, de repente parecen haber descubierto a Lord Keynes. Pues bien, ¿qué es lo que Keynes nos dice? "La dificultad no es tanto concebir nuevas ideas como saber librarse de las antiguas".

Eso es lo que pretende el movimiento del "decrecimiento", que propone una crítica constructiva, argumentada, pluridisciplinar, de rechazo de los límites que constriñen nuestras sociedades contemporáneas, para así poder liberarnos de ese "cada vez más". La filosofía del decrecimiento trata de explicar que en muchas ocasiones "menos es más".

¿Qué es exactamente lo que está ocurriendo en nuestros días? No estamos padeciendo una crisis sino un conjunto de ellas: crisis ecológica (energética, climática, pérdida de la biodiversidad, etcétera); crisis social (individual y colectiva, aumento de las desigualdades entre las naciones y en el seno de las mismas, etcétera); crisis cultural (inversión de valores, pérdida de referentes y de las identidades, etcétera); a lo que ahora se añade la doble crisis financiera y económica. Todas ellas no son crisis aisladas, sino más bien el resultado de un problema estructural, sistémico: cuyo origen está en la desmesura, en la búsqueda obsesiva del "cada vez más".

¿Qué se puede decir sobre la crisis económica desde el punto de vista de quienes somos "objetores al crecimiento"? Que nadie se equivoque, porque decrecimiento no es sinónimo de recesión. Tal como escribí hace más de dos años: "No hay que elegir entre crecimiento o decrecimiento, sino más bien entre decrecimiento y recesión. Si las condiciones ambientales, sociales y humanas impiden que siga el crecimiento, debemos anticiparnos y cambiar de dirección. Si no lo hacemos, lo que nos espera es la recesión y el caos".

Ahora hemos entrado en recesión, pero que nadie se confunda, no en una sociedad de "decrecimiento". Para empezar, no hemos cambiado nuestra organización social, y en la actual organización todas las instituciones y mecanismos redistributivos se nutren de la idea del crecimiento. En una sociedad así, cuando el crecimiento falta, la situación es inevitablemente dramática. El decrecimiento es algo totalmente distinto. Significa crecer en humanidad, esto es, teniendo en cuenta todas las dimensiones que constituyen la riqueza de la vida humana.

El decrecimiento no es un crecimiento negativo, ni propugna tampoco una recesión ni una depresión; sería ridículo tomar nuestro sistema actual y ponerlo del revés y de esa manera intentar superarlo. El decrecimiento supone que debemos desacostumbrarnos a nuestra adicción al crecimiento, descolonizar nuestro imaginario de la ideología productivista, que está desconectada del progreso humano y social. El proyecto del decrecimiento pasa por un cambio de paradigma, de criterios, por una profunda modificación de las instituciones y un mejor reparto de la riqueza.

Es claro que el crecimiento económico pretende aliviar la suerte de los más desfavorecidos sin tocar demasiado las rentas de los más ricos, para no enfrentarse a su reacción política. En ese sentido, el decrecimiento pasa necesariamente por una redistribución (restitución) de la riqueza.

En un mundo de recursos limitados, las cosas no pueden crecer de manera indefinida. Por eso, "la objeción al crecimiento" habla de la necesidad de compartir, el regreso de la sobriedad, en particular para aquellos que sobreconsumen. Hacemos nuestras estas palabras de Evo Morales, presidente de la República de Bolivia, que el 24 de septiembre de 2008 afirmó en la Asamblea General de las Naciones Unidas: "No es posible que tres familias tengan rentas superiores a la suma de los PIB de los 48 países más pobres (...) Estados Unidos y Europa consumen de media 8,4 veces más que la media mundial. Es necesario que bajen su nivel de consumo y reconozcan que todos somos huéspedes de una misma tierra".

Hay que acabar con la idea de que "el crecimiento es progreso" y la condición sine qua non de un desarrollo justo. El crecimiento es adornado por sus defensores con todas las virtudes, por ejemplo en materia de empleo. Sin embargo, como dijo Juan Somavia, director general de la OIT, en su informe de enero de 2007: "Diez años de fuerte crecimiento no han tenido más que un leve impacto -y sólo en un pequeño puñado de países- en la reducción del número de trabajadores que viven en la miseria junto con sus familias. Así como tampoco ha hecho nada por reducir el paro". En efecto, los beneficios empresariales han sido tan enormes que ni siquiera un crecimiento fuerte ha podido crear empleo, de ahí la persistencia del paro. La recesión agrava brutalmente este problema. Pero es ilusorio pensar que, para que todo el mundo tenga trabajo, lo que hay que hacer es restaurar el crecimiento económico y aumentar cada vez más las cantidades producidas; esta sobreproducción no tiene ningún sentido, no consigue el pleno empleo y, encima, compromete gravemente las condiciones de supervivencia del planeta.

Volvamos a Keynes, aunque no el que relanza las economías desfallecientes gracias a la intervención del Estado, sino al que escribía en sus Perspectivas económicas para nuestros nietos (1930) que sus nietos (es decir, nuestra generación) deberían liberarse de la coacción económica, trabajar 15 horas semanales y tender a una mayor solidaridad que permitiese compartir el nivel de producción ya alcanzado. No hacerlo así, según él, nos llevaría a caer en una "depresión nerviosa universal".

La filosofía del decrecimiento hoy dice que debemos trabajar menos para vivir mejor. No tener la mira puesta en el poder adquisitivo (que a menudo es engañoso y reduce al hombre a la única dimensión de consumidor), sino buscar el poder de vivir. Se trata de cambiar la actual organización de la producción y repartir mejor el trabajo: utilizar los beneficios obtenidos para que todos trabajen moderadamente y todas las personas tengan un empleo. Esta reorganización debe ir acompañada de una revisión de las escalas salariales. No es aceptable que algunos empresarios ganen varios centenares o miles de veces más el salario de sus propios trabajadores.

Reducir la cantidad de trabajo permitiría asimismo que pudiésemos llevar una vida más equilibrada, que nos realizáramos a través de cosas que no sean la sola actividad profesional: vida familiar, participación en la dinámica del barrio, vida asociativa, y también actividad política, práctica de las artes...

Un modo de vida más frugal, que se tomara en serio los valores humanistas y tuviese en cuenta la belleza, conduciría a producir menos pero con mejor calidad. Una producción de calidad pide habilidad y tiempo, y ofrecería empleos numerosos y más gratificantes. Supone no recurrir sistemáticamente a la potencia industrial (exige sobriedad energética) lo cual mejoraría la necesidad de fuerza de trabajo (como se observa al comparar la agricultura intensiva, muy mecanizada, gran consumidora de petróleo pero parca en mano de obra, con la agricultura biológica). De esta manera, quizá también se pudiese equilibrar mejor trabajo intelectual y trabajo manual, y combatir al mismo tiempo la epidemia de obesidad que padecen nuestras sociedades demasiado sedentarias.

Devolver el protagonismo a la persona, restaurar el espíritu crítico frente al modelo dominante del "cada vez más" y abrir el debate sobre nuestra forma de vivir y sus límites, saber tomarse tiempo para mantener una relación equilibrada con los demás, ése es el camino que propone la filosofía del decrecimiento. Se trata de sustituir el crecimiento estrictamente económico por un crecimiento "en humanidad". Es una tarea estimulante, un desafío que merece la pena intentar.

jueves, 19 de marzo de 2009

QUÉ SENCILLO ES EL MUNDO!

Albert Casals, viajero en silla de ruedas, sin acompañantes y sin dinero
"¡Qué sencillo es el mundo!" VÍCTOR-M. AMELA - 19/03/2009



Tengo 18 años. Vivo en Esparreguera con mis padres y mi hermana Alba (9). Soy viajero desde los 15 años: Europa, Asia, Sudamérica... Soy anarquista utópico. Creo tanto en Dios como en un hipopótamo lila. Me gusta el manga, los disfraces otaku, leer, los videojuegos

¿Desde cuándo vas en silla de ruedas?

Desde los ocho años. Tuve mononucleosis y leucemia: o me trataban a saco, con riesgo de provocarme alguna discapacidad, o me moría.

Y fueron a saco.

Sí. ¡Y el resultado ha sido perfecto!

¿No te importa la silla de ruedas? Si hubiese querido ser futbolista… ¡Pero no hay nada que yo no pueda hacer en mi silla!

¿No?

Subo, bajo, entro, salgo, he atravesado selvas y playas, he viajado por Francia, Italia, Grecia, Alemania, Escocia, Tailandia, Malasia, Singapur... Acabo de regresar de un viaje de seis meses por toda Sudamérica...

¿Con quién viajas?

Me gusta viajar solo.

¿En silla de ruedas... ¡y solo!?

La silla es más ventaja que inconveniente: la gente te pregunta qué te pasa, de dónde vienes..., y así haces un montón de amigos.

¿Desde cuándo viajas así?

A los catorce años les dije a mis padres que me iba. Fue muy duro para ellos permitir mi felicidad. Pusieron una condición: el primer viaje lo haría acompañado por mi padre. Fuimos a Bruselas y aprendí cosas útiles para viajar. Y, a partir de los quince años, ya he hecho todos esos viajes yo solo.

¿Y qué dicen hoy tus padres?

Sufren un poco, pero están contentos viéndome contento. Agradezco que se hayan esforzado tanto en no ayudarme, en no decirme: "Esto no puedes hacerlo porque vas en silla de ruedas". Ellos facilitan mi felicidad.

¿Eres feliz, pues?

Plenamente, pues no hago nada que no quiera hacer en cada momento. Ahora me apetece hablar contigo, y si no, no estaría aquí.

¿Con qué dinero viajas?

Con tres euros al día.

No es posible.

Hace seis meses salí de casa con 20 euros para irme a Sudamérica, ¡y he vuelto con 20 euros en el bolsillo!

Pero... ¿y dónde duermes, y cómo comes y... cómo lo haces?

¿Por qué nos complicamos tanto la vida? Siempre hay dónde dormir, siempre hay algo que comer. Conoces a gente, y todo fluye. ¡Qué sencillo es el mundo! Lo he entendido viajando. Bastan cuatro cosas: dormir, comer, ducharse y hacer amigos.

Dicho así, sí parece fácil.

Claro. ¿Qué impide a todos los europeos hacerse vagabundos? Es maravilloso…

¿Qué buscas en tus viajes?

Ver cómo vive la gente, ver cómo son, conocerles, vivir con ellos, ser su amigo.

¿Y qué opinan tus amigos de aquí?

Me entienden, mis amigos son como yo: todos están haciendo lo que desean hacer, aunque a ellos no les apetece viajar.

¿No te da miedo viajar solo?

¿Qué puede pasarme peor que no realizar mis sueños?

Pueden robarte...

Al poco tiempo volveré a tener lo necesario, ¡seguro! Y nunca podrán robarme lo vivido...

Puedes sufrir un accidente, morir...

Aun así, habría hecho lo que realmente quería, ¡habría sido más feliz que quedándome aquí contra mi deseo!

¿Qué haces al llegar a un sitio nuevo?

Voy a un parque, a una plaza, saco mis naipes... Al cabo de un rato hay niños, ¡y luego medio pueblo está alrededor!

¿Qué te dice la gente nueva con la que te vas encontrando?

Los adultos repiten dos preguntas: "¿De dónde sales?", "¿Y tus padres?". Algunos se escandalizaban de mis padres por dejarme solo... Alguna vez la policía me ha detenido por si me había escapado… Un niño solo por el mundo, feliz…, ¿qué tiene de malo?

Hombre...

Ahora, ya con 18 años cumplidos, ¡soy libre!

¿Qué llevas en tu mochila?

Una libreta, algún libro, un boli, una linterna, los naipes para juegos de manos, jabón, cojín, dos pantalones y dos camisetas, calzoncillos, chaqueta, botiquín, la tienda de campaña y el kit de reparación de la silla.

Dime lugares en que hayas dormido.

Playas, vagones de tren, parques, estaciones, coches, campos, comisarías, castillos en ruinas, casas abandonadas, casas de gente, cuevas, mansiones...

¿Cuál ha sido el mejor momento?

Viajar de noche en la caja de un camión en marcha, destapada. Podía sacar la cabeza al viento o acurrucarme. Fue chulísimo.

¿Y tu momento más peligroso?

He estado a punto de palmar volcando en un camión, y atravesando una selva con vampiros, y en una lancha de traficantes de motores entre islas caribeñas, zarandeados por una tormenta con olas de cinco metros: me golpeé, caí al agua inconsciente... y pudieron rescatarme por pelos.

¿Qué planes tienes ahora?

Recorrer toda el África oriental hasta llegar a Madagascar.

¿Nada te frena?

Cuando haces lo que de verdad quieres, el universo entero conspira a tu favor. Mira alrededor y decide: tú puedes elegir vivir triste o contento. Yo elijo la felicidad. No veo entre nosotros razones para ser infeliz.

¿Y no piensas estudiar, trabajar...?

No, si no me divierte. Me gustaría ser mediador o acoger niños... A veces me dicen: "Si no trabajas, ¡de viejo serás pobre!". Pero, si llego a viejo, ¡tendré amigos por todo el mundo! ¿Se puede tener más?


Nada le turba
Es sabio. Bastan sus ojos para comprender que ha alcanzado todo lo que predicaron los epicúreos y los estoicos juntos, y también los cínicos, los escépticos, los mendicantes y los giróvagos. No necesita nada. Ha salido de Esparreguera sin un euro en el bolsillo y se ha tirado en la arena de la playa de la Barceloneta. Nada le perturba. Todo le sonreirá siempre, puesto que él sonríe siempre a todo. Es un chaval cautivador, un alma grande: no alberga nada que no sea gozo, felicidad. Estar a su lado, verle y escucharle (o leerle en El món sobre rodes,Edicions 62) te hace ser un poco mejor. Luego me enreda con unos juegos de naipes que ni Tamariz, ¡palabra! (Más en www. elmonsobrerodes. cat)

domingo, 8 de marzo de 2009

EL PROPIO CAMBIO

Entrevista a EDWARD DE BONO, experto en pensamiento creativo
"¿Todavía no ha cambiado de paradigma?"
BORJA VILASECA 08/03/2009


El premio Nobel de Física, Albert Einstein (1879-1955) afirmó que "no puede resolverse un problema pensando de la misma forma que cuando fue creado". De ahí que la crisis económica actual requiera que la sociedad en general y los empresarios en particular aprendan a pensar de una manera diferente para encontrar una solución eficaz y sostenible en el medio plazo.

"Toda la energía que no destinamos a construir nos destruye"
Éste es el campo de investigación y divulgación del doctor Edward de Bono (Malta, 1933), prolífico escritor, psicólogo por la Universidad de Oxford y reconocido experto mundial en técnicas de pensamiento creativo e innovador, como los Seis sombreros para pensar y el Pensamiento lateral. Recientemente ha participado en la reunión anual de ex alumnos de EADA, donde aseguró que "el cambio climático no es la principal amenaza de la humanidad, sino la estrechez de nuestro pensamiento".


¿Qué ha averiguado acerca del funcionamiento de la mente?
La mente humana es un instrumento complejo y muy poderoso. Si no se utiliza adecuadamente genera malestar, ineficacia y, en definitiva, resultados pésimos, tal como estamos viendo hoy en día. Se sabe que nuestro cerebro es experto en crear patrones de pensamientos rutinarios, casi mecánicos. Pero no es muy bueno cambiándolos. Por eso nos cuesta tanto gestionar las crisis, que son tan necesarias para introducir cambios y poder así evolucionar.

¿Y por qué cuesta tanto cambiar?
Porque somos y pensamos tal y como nos han condicionado desde pequeños. Una vez conformado nuestro sistema de creencias y, por ende, nuestro concepto de identidad, empezamos a pensar y a percibir la realidad de forma estandarizada y subjetiva, limitando las infinitas posibilidades que cada instante ofrece. Independientemente de lo que nos suceda, si experimentamos malestar es que nuestra interpretación del hecho en sí es limitada y, por tanto, equivocada. La negatividad es un síntoma de falta de imaginación y creatividad. No sirve absolutamente para nada.

Todo se reduce a una cuestión de percepción...
Si cambia nuestra percepción por medio del pensamiento, cambia por completo nuestra visión de la realidad. Y, como consecuencia, también cambia nuestra actitud, nuestro comportamiento y nuestra manera de relacionarnos con los demás y con el entorno del que todos formamos parte. Así, es imposible que cambie nuestra conducta si no cambiamos primero nuestra manera de pensar y nuestras creencias. Aunque muchos siguen aferrándose a su zona de comodidad, donde se encuentran sus viejos hábitos, algo se está cociendo lentamente en nuestra sociedad. La pregunta que uno debe hacerse es: ¿todavía no he cambiado de paradigma?

¿A qué se refiere?
Ahora mismo, el gran reto que exige el mundo es que la humanidad cambie de paradigma, es decir, que cambie nuestra manera de ver y de interactuar con la realidad, aprendiendo a diseñar el futuro en consonancia con nuestros verdaderos valores y necesidades humanas. No podemos seguir funcionando desde nuestro egoísmo y egocentrismo. Es hora de funcionar desde el "nosotros", desde la cooperación y el altruismo, a partir de lo que podemos crear verdadero sentido a nuestra existencia.

Sin embargo, la crisis parece haber acentuado el miedo, la negatividad y la lucha por la supervivencia...
Puede ser. Pero, ¿de qué sirve temer algo que todavía no ha sucedido? ¿Qué beneficios me comporta ser negativo? Toda la energía que no destinamos a construir nos destruye. Por eso ir en contra de algo no tiene ninguna utilidad. Lo que funciona es el diseño y la creación de alternativas útiles y eficaces orientadas a la resolución de conflictos y problemas. Y no hay nada que genere mayor creatividad que ver las cosas tal como son en vez de como nos gustaría que fueran. Sin embargo, la mayoría de la población no es dueña de sí misma, de sus pensamientos, de su perspectiva. Y el cansancio derivado de su impotencia les esclaviza a reaccionar impulsiva y negativamente por pura inercia, perdiendo oportunidades para crear bienestar y valor añadido.

¿Y qué ocurre dentro de las empresas?
Lo mismo que fuera de ellas. La gente se niega a aprender de las cosas que le va sucediendo en la vida, con lo que sigue estancada, lo que le impide crecer y mejorar. Y esto es extrapolable a las empresas. La insatisfacción de los colaboradores es sólo un indicador de que hace tiempo que las cosas tendrían que haber cambiado. Pero hasta que no cambie la mentalidad de las personas, todo permanecerá igual. Es una ley eterna e inquebrantable.

¿En qué consisten sus seminarios para empresarios?
Simplemente dedicamos tiempo y espacio para aprender a pensar de forma consciente, lo cual es una cuestión de compromiso y entrenamiento. El objetivo es reprogramar nuestra mente con información basada en la sabiduría. Sólo así es posible cambiar nuestro sistema de creencias y, en consecuencia, empezar a interpretar la realidad de forma menos egocéntrica y mucho más objetiva, potenciando nuestro bienestar emocional y nuestro talento para la innovación y la creatividad.

¿Y cómo se consigue?
Con esfuerzo y disciplina. De lo que se trata es de fomentar que el acto de pensar sea voluntario, consciente y sostenido, enfocándonos en todo aquello que sea positivo, creativo y constructivo. En el fondo, nadie quiere pensar de otra manera, pero se resignan por falta de competencia. Las personas más inteligentes que he conocido juegan con su pensamiento, pues son conscientes de su increíble potencial creador. Lo que usted crea es el resultado de lo usted que cree. Piense en ello. -

viernes, 6 de marzo de 2009

COHOUSING

Enzo Manzoni, diseñador de redes de innovación social; pionero del ´cohousing´"Puede tener piscina y billar por el precio de un pisito"
LLUÍS AMIGUET - 06/03/2009
No importa mi edad mientras mis ideas sean jóvenes. Nací en Pola, antes Italia, hoy Croacia. De muebles a viviendas o contenidos: cada vez más, fabricantes y consumidores de bienes y servicios se confunden. Compartir no sólo es más barato, sino mucho más rico y divertido.

Le gustaría tener jardín, piscina, una sala de juegos, un billar, un gran garaje, un cine con una pantalla enorme para ver el fútbol con los amigos, un pequeño teatro...? ¿Y que le traigan verdura fresca cada día directamente de la granja?


Sí, pero soy un modesto empleado...
No se trata de tener más dinero que nadie, sino de organizarse mejor con otros ciudadanos con sus mismos intereses: ¿para qué quiere una pantalla enorme en su casa? ¿Para ver solo el fútbol? ¿No es mejor poder jugar en casa al billar con los amigos?

¿Qué propone?
Lo que diseñamos en Milán entre 3.000 interesados: un plan de cohousing.

¿Una comuna? ¿Kibutz? ¿Montserrat?
Esos fueron experimentos guiados por una idea, ensayos idealistas de una convivencia sacrificada al servicio de una ideología. En cambio, a nosotros nos guía el puro espíritu práctico y las ganas de vivir mejor con menos inversión.

¿Hasta qué punto quieren compartir?
Digamos que entre la comuna del 68 y los condominios de Florida hay toda una gama de posibilidades de compartir espacios y actividades en una vivienda. Con el dinero con que hoy puedes comprar apenas un dormitorio, el plato de ducha y el tresillo ante la tele podrías tener espacios y servicios en tu vivienda sólo al alcance de millonarios, con los que se aburren ellos solos.

Una piscina para ti solo suena bien.
¿De verdad? ¿No preferiría poder elegir cuándo quiere estar solo en su bañera y cuándo poder compartir un baño?

¿A lo Melrose Place? ¿Berkeley?
Un jardín: ¿les importaría a sus hijos compartir los columpios de su casa con otros niños? ¿Y la sala de juegos infantiles con canguro financiada entre todos? ¿Y un salón de baile y música? ¿No es más divertido bailar o interpretar una canción en grupo?

La convivencia tampoco es fácil.
¿Le parece más agradable envejecer solo o, como mucho, en pareja...?

También queda la soledad de la pareja.
Hemos convertido las ciudades en miles de soledades encapsuladas en celdas de hormigón. Con un poco de organización y con menos dinero, y la comunicación ubicua y gratuita que hoy tenemos, podríamos ampliar nuestra capacidad de elegir vivienda.

Se trataría de encontrar un equilibrio.
Por supuesto que en un proyecto de cohousing usted diseña sus espacios privados: puede tener su tele privada y al mismo tiempo compartir un pequeño cine con sus vecinos. Hay tantas posibilidades de planificar su covivienda como gustos personales.

Por poder...
Diseñamos nuevos modelos de convivencia mucho mejores que los pensados por los constructores. De esos 3.000 interesados iniciales ya ha salido el primer proyecto de 20 familias que diseñan su covivienda.

Suena complejo y debe de serlo más aún.
Nosotros sólo nos adaptamos al espíritu del tiempo y de las nuevas tendencias de servicios colectivos. ¿No ha comprado nunca un mueble en Ikea?

No siempre he sabido montarlos.
Usted se integra en la cadena de montaje y disfruta montando su mueble al tiempo que ahorra. Del mismo modo, la wikieconomía integra al productor del servicio y al usuario en la misma cadena de creación de valor. Quien escribe en Wikipedia también es quien utiliza la información con otros miles de productores usuarios.

Es una tendencia.
Es el modo inteligente de consumir-fabricar hoy: el usuario ya no es un depositario pasivo de las ideas y los productos del fabricante o proveedor del servicio, sino que cada vez participa más en la concepción y el desarrollo del producto que usa.

¿Más ejemplos?
El car-pulling:¿por qué no compartir los viajes en coche cotidianos que usted hace siempre a la misma hora y al mismo sitio? ¿Con quién? Con otros usuarios que pagarían gustosos la mitad de la gasolina y peaje y se turnarían en conducir y poner el coche.

Es un engorro encontrarlos y ponerse de acuerdo, y te hace depender de otros.
Era un engorro. Lo que ha cambiado hoy es que internet - gratis-y el móvil - cada vez más barato-permiten hacer y deshacer planes al instante. Y esa casi gratuidad y ubicuidad de la comunicación interpersonal ha disparado la wikieconomía: poder compartir áreas de convivencia, de coche o de servicios comunitarios... ¿Podremos pagar la atención a la tercera edad?

¿...?
No. ¡Es imposible! No podemos pagarle a cada anciano un criado que vele por él día y noche, pero es que además no debemos.

¿Qué sugiere?
Dejar de pensar en el anciano como un receptor pasivo de servicios e integrarlo en su propia atención. ¿Por qué no brindarle la oportunidad de que preste parte de su vivienda a otro ciudadano más joven a cambio de algún dinero, compañía y ayuda?

Aquí ya hay experiencias así.
La Administración tiene que actuar de garante de esas experiencias, y de nuevo internet permite el conocimiento mutuo - ver la casa, saberlo todo uno del otro-incluso antes de conocerse en persona y sin que cueste dinero. Y le repito que, sin el móvil, nada de eso sería posible.

Compartido es más
Recuerdo con nostalgia el campus de la Universidad de Nueva York, donde podías charlar con el Nobel Leontief en la lavandería. Muchos profesores y sus familias podían pagarse una vivienda privada, pero preferían compartir el ambiente y los excelentes servicios del campus: desde el teatro hasta las piscinas. Manzoni explica en la Obra Social de La Caixa su cohousing,donde la obsesión por la propiedad privada cede ante la calidad de vida compartida. No es una tendencia aislada, sino que forma parte de decenas de fenómenos - desde Ikea hasta los facebook y todos los coservicios wikie-que cuestionan la economía tradicional con un nuevo sentido dos veces común: por racional y por comunitario.

lunes, 2 de marzo de 2009

VIOLÍN EN EL METRO

Un hombre se paro en una estación del metro en Washington y comenzó a tocar el violín, en una fría mañana de enero. Durante los siguientes 45 minutos, interpretó seis obras de Bach. Durante el mismo tiempo, se calcula que pasaron por esa estación algo más de mil personas, casi todas camino a sus trabajos.


Transcurrieron tres minutos hasta que alguien se detuvo ante el músico. Un hombre de mediana edad alteró por un segundo su paso y advirtió que había una persona tocando música. Un minuto más tarde, el violinista recibió su primera donación: una mujer arrojó un dólar en la lata y continuó su marcha. Algunos minutos más tarde, alguien se apoyó contra la pared a escuchar, pero enseguida miró su reloj y retomó su camino.

Quien más atención prestó fue un niño de 3 años. Su madre tiraba del brazo, apurada, pero el niño se plantó ante el músico. Cuando su madre logró arrancarlo del lugar, el niño continuó volteando su cabeza para mirar al artista. Esto se repitió con otros niños. Todos los padres, sin excepción, los forzaron a seguir la marcha.

En los tres cuartos de hora que el músico tocó, sólo siete personas se detuvieron y otras veinte dieron dinero, sin interrumpir su camino. El violinista recaudó 32 dólares. Cuando terminó de tocar y se hizo silencio, nadie pareció advertirlo. No hubo aplausos, ni reconocimientos. Nadie lo sabía, pero ese violinista era Joshua Bell, uno de los mejores músicos del mundo, tocando las obras más complejas que se escribieron alguna vez, en un violín tasado en 3.5 millones de dólares.

Dos días antes de su actuación en el metro, Bell colmó un teatro en Boston, con localidades que promediaban los 100 dólares. La actuación de Joshua Bell de incógnito en el metro fue organizada por el diario The Washington Post como parte de un experimento social sobre la percepción, el gusto y las prioridades de las personas.

La consigna era: en un ambiente banal y a una hora inconveniente, ¿percibimos la belleza? ¿Nos detenemos a apreciarla? ¿Reconocemos el talento en un contexto inesperado? Una de las conclusiones de esta experiencia, podría ser la siguiente: Si no tenemos un instante para detenernos a escuchar a uno de los mejores músicos interpretar la mejor música escrita… ¿qué otras cosas nos estaremos perdiendo?